La Empatía
Durante los primeros años de vida nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestras emociones se van formando, constituyendo una red que influirá, tanto en nuestra salud como en nuestro bienestar, en el futuro.
Esto significa que el desarrollo correcto de nuestro cerebro depende, en gran medida, del tipo de experiencias emocionales que tengamos en nuestra infancia.
Por lo tanto, ya desde pequeños y a través de nuestras primeras experiencias emocionales, vamos aprendiendo a qué estímulos debemos atender o no en nuestro entorno social y emocional.
La empatía es la capacidad de percibir y comprender las emociones de las otras personas, casi en toda su complejidad. Implica la capacidad de sintonizar emocionalmente con los demás.
Con esta definición ya podemos ver la importancia que tiene en nuestro desarrollo esta habilidad.
Una de las investigaciones más importantes y exhaustivas sobre la empatía es la que llevó a cabo el psicólogo de la Universidad de Harvard Robert Rosenthal. En ella estudió la capacidad de captar los mensajes no verbales, ya que éstos son la clave para acceder a las emociones de los demás.


Rosenthal elaboró un test para determinar el grado de empatía al que denominó PSNV (Perfil de sensibilidad no verbal). Las conclusiones a las que llegó fueron:
- En términos generales, las mujeres suelen superar a los hombres.
- Las personas que iban perfeccionando su destreza a lo largo del test, también solían tener buenas relaciones con el sexo opuesto.
- No hay relación entre empatía y rendimiento académico.
- A diferencia de la mente racional, que se comunica a través de las palabras, las emociones lo hacen de forma no verbal.
Aunque las experiencias emocionales de cada uno influyen en la capacidad de percibir las emociones de los demás, es algo que se puede mejorar si la trabamos de manera constante. Además, a pesar de que nuestras experiencias tempranas no hayan sido favorables, todos somos capaces de desarrollar empatía.
La conexión mente-cuerpo-emoción
Desde hace unos años, la ciencia ha ido avanzando, permitiendo localizar dónde reside nuestra capacidad emocional. Uno de los hallazgos más importantes, como ya hemos visto anteriormente, es el descubrimiento de las neuronas espejo.
La misión de estas células cerebrales es reflejar la actividad que estamos observando y son las responsables de que, por ejemplo, bostecemos cuando alguien lo hace ante nosotros.
Sin embargo, como ya sabemos, el circuito emocional que procesa nuestras emociones es bastante más amplio.
El sistema límbico o cerebro emocional es totalmente funcional desde que nacemos y engloba el lóbulo temporal, la corteza orbitofrontal, la amígdala y el hipocampo. Vamos a centrarnos, ahora, en las zonas que intervienen en el procesamiento de nuestras emociones y que están relacionadas con la empatía:
- La corteza cerebral orbitofrontal
Es una de las principales responsables del desarrollo de nuestra capacidad empática. Funciona como estación de repetición que percibe y transmite nuestras sensaciones sobre el estado anímico propio y ajeno al resto de zonas del cuerpo.
- El lóbulo frontal, el cerebro ejecutivo
Esta parte del cerebro logra modular y gestionar las emociones del sistema límbico para que podamos encajarlas en nuestro ambiente externo, permitiendo que seamos seres funcionales en la sociedad.
Es decir, nos capacita para actuar correctamente conforme a las normas sociales, así como para reflexionar sobre nuestros sentimientos y acciones.
- Los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo
En términos generales, en el hemisferio izquierdo, los pensamientos y juicios del cerebro ejecutivo dominan sobre las emociones del sistema límbico, mientras que, en el hemisferio derecho, es el cerebro emocional el que domina sobre el ejecutivo.
Así es que, aunque hay diferencias y factores individuales que afectan al comportamiento de las personas, las emociones gobernarán más o menos en la conducta según cuál de estos hemisferios sea el dominante.
Por otro lado, nuestro cerebro está conectado con las distintas zonas de nuestro cuerpo, de manera que, de su buen funcionamiento dependen la respiración, la función gastrointestinal, el sistema cardiovascular y el sistema hormonal.
Esta conexión es tal que, si nuestro cerebro detecta cierto malestar emocional, aunque no seamos conscientes de él, e independientemente de que sepamos o no expresarlo, los sistemas físicos reaccionan mediante síntomas.
Estos síntomas pretenden darnos uno de estos tres mensajes:
- Hay una necesidad emocional que no se ha satisfecho.
- Algo debe cambiar en nuestra vida para satisfacer esa necesidad.
- Algo o alguien está desequilibrado en nuestro alrededor y debemos atenderlo.
Es decir, nuestro cerebro emocional es una especie de centralita que conecta la mente con el cuerpo, enviando y recibiendo información en ambas direcciones.
Sintonización
La calidad de nuestras relaciones depende de nuestra capacidad para compenetrarnos con los demás. Es decir, cuanta mayor sintonización, mayor capacidad tendremos para expresar y para recibir estados de ánimo tanto positivos como negativos.
La sintonización es un proceso implícito en toda relación, que determina el ritmo las mismas. Fue estudiado por el psicólogo Daniel Stern, a través de la observación de la relación entre las madres y sus bebés.
Según Stern, la sintonización difiere de la imitación porque “si te limitas a imitar al bebé, tal vez seas capaz de saber lo que hace, pero no lo que siente. Para hacerle llegar que sabemos cómo se siente se debe tratar de reproducir sus sensaciones internas. Es entonces, cuando el bebé se sentirá comprendido”. (Daniel Goleman “Inteligencia Emocional”).
Las personas empáticas sintonizan con las señales sociales que indican qué quieren o necesitan los demás y esta capacidad los hace más aptos para desarrollarse en profesiones como la docencia, las profesiones sanitarias y la dirección de empresas.
En definitiva, funcionar bien a nivel emocional influye en nuestro desarrollo, por lo que la empatía es imprescindible para mantenernos sanos y establecer relaciones saludables en nuestro entorno.
La Asertividad
El concepto de asertividad hace referencia a la capacidad de comunicar y expresar opiniones y sentimientos de manera honesta y adecuada, en el momento oportuno y respetando tanto los derechos personales como los de los demás, evitando así, herir u ofender a nadie.
Hay quien considera que la asertividad es sinónimo de habilidades sociales. Las habilidades sociales, es un concepto más amplio. Son un conjunto de capacidades que nos permiten relacionarnos de forma saludable con los demás.
La asertividad por su parte, es aquella habilidad social que nos permite defender nuestros derechos sin agredir ni ser agredido.
Otra característica de la asertividad, es que se trata de una capacidad observable tanto en el comportamiento como en las relaciones sociales y personales. Mientras que hay personas que se comunican de manera agresiva o pasiva, otras desarrollan la habilidad de comunicarse de forma asertiva.
En el entorno empresarial, por ejemplo, ser asertivo permite llegar acuerdos más fácilmente y permite crear un buen clima laboral.
Para entenderlo mejor, pongamos la siguiente situación a nivel social:
Imaginemos que estamos en un restaurante cenando y cuando el camarero nos trae lo que hemos pedido, nos damos cuenta de que la copa está sucia. Ante esta situación se puede optar por:
- No decir nada y usar la copa a disgusto.
- Armar un gran escándalo en el local.
- Llamar al camarero y pedirle que por favor te cambie la copa.
Ni la primera opción ni la segunda son conductas apropiadas o características de la comunicación asertiva. La primera alternativa es un ejemplo de conducta pasiva, mientras que la segunda hace referencia a una conducta agresiva. La tercera opción es la más asertiva.
Aprender técnicas de comunicación asertiva, nos permite respetarnos y respetar a los demás, son fundamentales para conseguir las metas u objetivos establecidos y también para sentirnos bien con nosotros mismos y con los demás.
Para desarrollar la comunicación asertiva necesitamos:
- Comprender que nadie puede leer nuestra mente
Esto supone no dar por sentado que los demás deben saber lo que queremos a cada momento.
Muchas veces nos enfadamos o frustramos al ver que no nos complacen o respetan, y estas emociones se van acumulando hasta que acaban provocando que nos comuniquemos agrediendo o, por el contrario, nos callemos. Estas actitudes acaban dañando no solo las relaciones con los demás, sino que también nuestro equilibrio y bienestar emocional.
La mejor manera de conseguir que la gente tenga en cuenta nuestros deseos y necesidades es expresándonos de forma que los demás no se sientan atacados u ofendidos.
- Identificar qué queremos y buscar conseguirlo
Para ser asertivo es necesario identificar las propias necesidades, deseos, metas u objetivos y encontrar la forma de conseguirlos sin perjudicar a los demás.
Esto implica también la capacidad de saber pedir ayuda, abierta y sinceramente, en caso de ser necesario.
- Usar frases con “yo”
Las frases en primera persona reafirman nuestras ideas, opiniones, emociones, deseos y derechos. Además, es una forma de hacer saber a los demás lo que pensamos sin que suene a acusación.
Por ejemplo, en general es más adecuado y respetuoso decir “Yo no estoy de acuerdo” que “Estás equivocado”.
4. Aprender a escuchar
Comunicarte asertivamente implica saber escuchar de forma correcta y activa. Esto sólo es posible con una actitud abierta hacia el mensaje que nos transmite la otra persona.
Los demás tienen derecho a pensar y a sentirse de un modo distinto al nuestro.
5. Aprender a decir “no”
Implica ser consciente de nuestro derecho a decir “no” sin sentirnos culpables ni obligados a dar explicaciones y excusas. Del mismo modo, implica el aceptar que los demás también tienen el derecho a decirnos “no” a nosotros.
Beneficios de la comunicación asertiva
Entrenar la comunicación asertiva comporta toda una serie de beneficios tanto a nivel personal como a nivel social:
- Aumenta la autoestima y la seguridad; las personas que son capaces de comunicarse asertivamente tienen una autoestima sana.
- Contribuye a potenciar la autoconfianza.
- Mejora el bienestar emocional.
- Ayuda a construir relaciones sociales saludables y constructivas y evita atraer a personas tóxicas (o peor aún, que tú te conviertas en una).
- Permite alcanzar los objetivos personales, evitando así malestar emocional.
- Capacita para marcar límites.
- Ayuda establecer prioridades y tomar decisiones.
- Facilita comprender los errores, tanto los propios como los de los demás.
Resolución de conflictos
Entendemos por resolución de conflictos al conjunto de técnicas y habilidades que ponemos en marcha cuando queremos buscar la mejor solución, no violenta, a un problema o malentendido entre dos o más personas.
Un conflicto es un desencuentro entre personas ante una situación complicada. Los conflictos forman parte de nuestra vida y de nuestras interrelaciones personales, pero también, son un impulso que permite darnos cuenta de que algo no está funcionando de forma correcta.
En este sentido, los conflictos pueden motivar y generar cambios.
Hay diferentes tipos de conflictos:
- Intrapersonales: Son los que se generan en la persona cuando ésta tiene que tomar la mejor decisión y que generan estrés e inseguridad.
- Interpersonales: Cuando el problema es entre dos o más personas.
- Intergrupales: Cuando los desacuerdos se dan entre grupos de personas, equipos de trabajo, estudio o deporte, entre otros.
Para poder solucionar un problema debe de tratarse lo más pronto posible y evitar cualquier método violento.
Lo primero que hay que hacer es reconocer y aceptar que el conflicto existe, definir lo más precisamente posible qué es lo que está ocurriendo y luego, buscar la mejor opción para su solución involucrando a todas las partes implicadas. En ocasiones es necesario acudir a la ayuda de un mediador.
De la negociación podemos obtener al menos cuatro posibilidades o resultados:
Gano-Ganas: todas las partes ganan algo con la solución.
Gano-Pierdes: El interés propio se impone al del otro.
Pierdo-Ganas: Cuando elegimos perder o ceder para solucionar el conflicto.
Pierdo-Pierdes: Todas las partes pierden sin obtener ningún beneficio.
Para solucionar los conflictos de manera efectiva debemos comunicar siempre con respeto nuestra postura, considerar lo positivo y lo negativo de la situación, mantener la calma y analizar el problema objetivamente.
Otro aspecto que hay que tener en cuenta es que, en cuanto decidamos cómo vamos a solucionar el conflicto, actuemos lo más rápidamente posible para normalizar la situación cuanto antes y evaluar los resultados obtenidos.
Es evidente que las discusiones y peleas son siempre situaciones poco agradables. Sin embargo, también pueden convertirse en una oportunidad para crecer y mejorar nuestras relaciones.
En las últimas décadas, la psicología se ha ocupado de desarrollar y estudiar diferentes técnicas para la resolución de conflictos en diferentes ámbitos, porque si éstos no se gestionan adecuadamente pueden escalar o cronificarse provocando verdaderos estragos en las relaciones interpersonales.
En el ámbito laboral la tensión afecta al clima laboral empeorándolo y afectando, por tanto, al rendimiento y los resultados y en el ámbito familiar, las discusiones pueden terminar alejando a los miembros de una misma familia, en ocasiones, de forma indefinida.
Existen muchas herramientas para gestionar las discusiones. Aquí destaco las siguientes:
- Evitación:
Es una de las primeras técnicas que solemos utilizar cuando aparece un conflicto, sobretodo las personas introvertidas. Pero también es una de las menos eficaces, sobretodo si el problema es importante. Consiste en retirarse de la situación conflictiva. Esta técnica puede ser útil, sin embargo, cuando el conflicto puede resolverse por sí solo y/o las consecuencias del mismo no son graves. En según que momentos, cuando la situación es muy tensa y hay peligro de que aparezcan secuestros emocionales, también se recomienda.
- Acomodación:
Consiste en encontrar o llegar a acuerdos entre las partes intentando conservar la visión objetiva general. Hay veces en que el conflicto se da en un determinado tema, esto no significa que el desacuerdo sea completo. Saber ver y aislar el área conflictiva no es tan sencillo, pero sólo así será más fácil encontrar un acuerdo y reestablecer la armonía.
- Compromiso:
Se trata de encontrar un punto medio entre las necesidades de las partes implicadas. Esta herramienta es muy útil cuando todos los involucrados en la discusión necesitan ganar. Puede ser que las partes se muestren insatisfechas con la resolución porque sientan que pierden algo, pero al menos, esta técnica permite el acercamiento de posiciones necesario para luego, en negociaciones posteriores, resolver el conflicto.
- Colaboración:
Esta herramienta es la más difícil de llevar a cabo, pero también una de las más eficaces. Consiste en mediar en un desacuerdo hasta que las dos partes sean capaces de encontrar una solución. Requiere de tiempo y recursos, pero es la que permite que al final las partes implicadas se queden satisfechas y contentas con el resultado.
Hábitos saludables
Entendemos por estilo de vida saludable “el patrón de comportamientos relativamente estable de los individuos o grupos que guardan una estrecha relación con la salud” (Nutbeam, Aaro y Catford, 1989).
Desde siempre se ha considerado que tener un estilo de vida saludable conlleva realizar de forma frecuente algún tipo de actividad físico-deportiva, cuidar la alimentación de forma que ésta sea sana y equilibrada, controlar la ingesta de alcohol y evitar el consumo de tabaco y drogas (Balaguer, 2002).
Según los datos obtenidos a partir de diferentes estudios, se ha llegado a las siguientes conclusiones:
- A la edad de 12 a 14 años se tienen hábitos de vida más saludables que en años posteriores.
- Los hombres afirman llevar un estilo de vida más sano que las mujeres (consumen menos alcohol y tabaco, realizan más deporte, y perciben su alimentación como más sana).
- Quienes hacen deporte de forma más asidua obtienen puntuaciones superiores en un cuestionario dedicado a evaluar los hábitos de vida saludables.
- Tanto un bienestar psicológico elevado como un estilo de vida más saludable se encuentran estrechamente relacionados con un concepto del yo-físico más positivo y elevado.
Sin embargo, todavía no está clara la relación de causalidad entre autoconcepto físico elevado y forma de vida más sana. Esto es, si es el estilo de vida sano el que potencia un autoconcepto físico más positivo o, por el contrario, tener un autoconcepto físico positivo hace que la persona se preocupe por llevar un estilo de vida más saludable. Parece ser que las dos relaciones son posibles y se retroalimentan.
El bienestar psicológico
El bienestar psicológico es un concepto complejo, pero que tiene que ver con sentirse bien en un sentido general.
Significa estar bien con uno mismo, estar alineado con las motivaciones y objetivos que nos proponemos y que, a su vez, conforman el propio estilo de vida. También implica gozar del equilibrio emocional necesario para afrontar el día a día y disponer de una buena salud física.
El problema a la hora de intentar definirlo es que se trata de un concepto abstracto, muy amplio y subjetivo.
Para la psicóloga Carol Ryff, profesora en la Pennsylvania State University (Estados Unidos), el bienestar psicológico se compone de seis dimensiones:
- Autoaceptación.
- Relaciones positivas con los demás.
- Tener un propósito en la vida.
- Crecimiento personal.
- Autonomía.
- Dominio del entorno.
Todas ellas darían forma al bienestar psicológico de manera integral, retroalimentándose entre sí.
Teniendo en cuenta estas dimensiones, vamos a ver los hábitos que ayudan a tener un mayor bienestar mental:
- Aceptar lo que no se puede cambiar y a nosotros mismos: Como dice Carol Ryff, la autoaceptación es clave para llegar al bienestar. Si queremos que el bienestar psicológico sea más un rasgo duradero y no un estado puntual, debemos aprender a querernos a nosotros mismos y aceptarnos tal y como somos. Debemos aceptar las cosas que nos ocurren cuando estas sean inevitables, y también significa saber pasar página cuando no las podemos controlar. En definitiva, si algo no se puede cambiar, acéptalo.
- Hacer lo que nos gusta: Tanto profesionalmente como en el tiempo de ocio. Tener hobbys y dedicar tiempo a hacer aquello que nos gusta, hace que nos sintamos mejor. En cuanto al ámbito profesional, si no lo disfrutamos y no nos sentimos realizados, el bienestar psicológico se verá afectado. Las personas pasamos muchas horas en el trabajo, y si éste nos amarga, está claro que esto nos afectará en nuestro equilibrio emocional.
- Cuidar el sueño: Las horas de sueño son importantes. Cuando no conseguimos tener un sueño reparador o sufrimos insomnio, nuestra calidad de vida, nuestro equilibrio emocional y nuestro bienestar psicológico se ven seriamente afectados. Tener una buena higiene del sueño es indispensable para disponer de una buena salud psicológica.
- Perdonar: El perdón está íntimamente relacionado con nuestra salud mental. Esto no solo incluye perdonar a los demás, sino que también implica perdonarnos a nosotros mismos. Es de vital importancia para restablecer el equilibrio emocional en nuestra vida y nuestro bienestar psicológico, aceptar que cometemos errores y perdonarnos. En otras palabras, debemos evitar que el rencor se apodere de nosotros y nuestra felicidad se vea afectada por ese sentimiento.
- Objetivos realistas: Las metas que nos proponemos son nuestra motivación vital y están relacionados con nuestra felicidad. Si estos objetivos no son realistas, nos causarán frustración al no conseguirlos y a la larga, sufriremos las consecuencias negativas de tener expectativas irracionales. Los objetivos, por tanto, deben ser ambiciosos pero también alcanzables.
- Relaciones sociales: Como afirma Carol Ryff, las relaciones positivas son necesarias para nuestro bienestar psicológico. De hecho, son muchas investigaciones las que afirman que tener amistades y una vida social activa repercute positivamente en nuestra felicidad y nuestra salud mental.
- Ser proactivo: Las personas que gozan de un mayor bienestar psicológico son aquellas que están siempre en movimiento, que son proactivas. Esto quiere decir que se sienten empoderadas y asumen ciertos riesgos. Para Ryff esta habilidad está relacionada con la dimensión que ella describe como “autonomía”.
- Alimentación sana: La nutrición también es un factor determinante para nuestra salud mental y emocional. Tal y como afirma el psicólogo Jonathan García-Allen: “Existe una relación recíproca entre la alimentación y nuestras emociones. Lo que ingerimos no solo afecta a cómo nos sentimos, sino que cómo nos sentimos también afecta a nuestra manera de alimentarnos”. Esto explica por qué cuando estamos estresados nuestros hábitos alimenticios cambian, o cómo alimentarse bien afecta a cómo nos sentimos a lo largo del día.
- Realizar deporte: Otro hábito saludable es practicar deporte. Aunque muchas veces asociamos el ejercicio con el bienestar físico, esta práctica también tiene un efecto sobre nosotros a nivel psicológico. La práctica deportiva hace que liberemos sustancias químicas en el cerebro, como las endorfinas o la serotonina que nos hacen sentir mejor.
- Practicar la gratitud y la compasión: El Mindfulness es una filosofía que emplea la meditación para estar en el aquí y el ahora, pero que, además, sigue una serie de principios o valores como: tomar consciencia, la autoaceptación, la mentalidad no enjuiciadora, la compasión y la gratitud hacia nosotros mismos y los demás. Practicar Mindfulness para entrenar el estar en el presente, dejando de lado las expectativas irracionales. Ayuda a tomar conciencia de las propias emociones y conocernos.
- Salir de la zona de confort: Este hábito está directamente relacionado con la proactividad. La zona de confort es una zona de no-aprendizaje, de no-crecimiento y limita el crecimiento y desarrollo personal. Por el contrario, salir de ella potencia el empoderamiento.
Dejo una escena de la película Patch Adams, del tristemente fallecido Robin Williams. Esta corta escena refleja lo comentado anteriormente.