Las Creencias
Las creencias son las ideas, pensamientos o convicciones, reales o no, que se han aprendido y que consideramos verdaderas y algunas de ellas nos vienen impuestas por nuestra cultura o entorno más cercano.
Las creencias evolucionan y se pueden cambiar. Todos somos capaces de cambiar una creencia y al cambiarla, también modificará nuestra conducta. Con práctica y con las herramientas adecuadas se pueden desarrollar las capacidades necesarias para para promover el cambio.
Como afirma Robert Dilts, las creencias tienen un papel fundamental en la configuración de la personalidad. Están construidas por frases que tienen un significado claro para cada uno de nosotros, ejerciendo gran fuerza e influencia sobre cada persona, tanto en la forma en que nos comunicamos con los demás y como con nosotros mismos.
Estas frases dicen mucho sobre nuestro mundo, sobre cómo lo percibimos, cómo lo vivimos y a través de ellas podemos analizar y entender todo el complejo sistema de creencias propio y de los demás.

Creencias limitantes y Creencias potenciadoras
Las creencias, como hemos visto, son un tipo de cualidades que adquirimos desde niños con la educación, con los comportamientos, las acciones y las ideas que tenemos de nuestros padres, amigos, familiares, etc.
Todas estas cualidades, neurológicamente, las vamos asimilando a través de las llamadas neuronas espejo.
Estas neuronas se activan cuando se ejecuta una acción y se observa ejecutar esa misma acción a otro o se tiene una representación mental de la misma. Gracias a ellas somos capaces de deducir lo que los demás piensan, sienten o hacen.
Son las responsables de que, por ejemplo, sintamos tristeza ante las catástrofes que nos muestran en las noticias o nos emocionemos al ver una película romántica.
Fueron descubiertas en 1996 por el neurobiólogo Giacomo Rizzolatti y su equipo de la Universidad de Parma (Italia).
El sistema de espejo permite hacer propias las acciones, sensaciones y emociones de los demás. Al percibir los patrones de comportamiento de nuestro entorno y las creencias que se mueven tras los mismos como ciertas, ni siquiera nos permitimos ponerlas en duda.
Algunas de ellas potencian nuestra sensación de seguridad y de estar en lo cierto, esto sucede normalmente cuando están alineadas con nuestros valores.
Sin embargo, otras veces, nos limitan y nos frustran al estar enfrentadas con ellos.
Como las personas nos basamos en estas “verdades” a la hora de tomar acciones, éstas tienen un enorme poder para limitar o potenciar la consecución de metas.
Cuando se quiere cambiar o modelar una conducta es necesario descubrir cuáles son las creencias que subyacen a la misma para trabajar sobre ellas modificándolas.
Las creencias están relacionadas con el permiso, es decir, con aquello que creemos que nos podemos permitir (o no) para hacer alguna cosa. Están basadas en nuestras presuposiciones acerca de ciertas cosas. Vienen inculcadas por nuestro entorno social y nuestra educación.
¿En qué se sustentan las creencias para ser potenciadoras o limitantes?
- Desesperanza / Esperanza: Ante una determinada situación, las personas podemos sentir o creer que no hay solución posible o por el contrario podemos mostrarnos esperanzados para solucionarla.
- Sensación de impotencia o la sensación de poder: Está asociada a la percepción sobre la capacidad personal (capacidad o incapacidad) para conseguir algo.
Un ejemplo sería “Algunos tienen negocios exitosos, pero yo no soy capaz de lograrlo” o lo contrario “Si otros lo han logrado, yo también puedo”.
- Sensación de no valer lo suficiente o la sensación de valer: Es la relacionada con la autoestima. Quien cree que no merece algo no se esforzará por conseguirlo. Por el contrario, quien cree que es merecedor de algo luchará con todas sus fuerzas para conseguirlo.
¿Cómo se pueden cambiar las creencias?
Si, por ejemplo, tenemos asumida la creencia “hay que ser ordenados” porque “en mi familia todos son ordenados”, esta creencia conformará nuestra identidad e influirá en nuestra conducta.
Intentar cambiar la creencia “hay que ser ordenado”, con la contraria “el desorden está bien”, va a ser muy difícil, porque es como levantar una gran piedra con una sola mano.
Hay una opción más sencilla, que es sustituirla por otra. En nuestro ejemplo, se trataría de permitirnos observar que hay muchas personas que con una escala de valores similares a los nuestras, con una identidad cercana a la nuestra, su casa tan bien construida como la nuestra y que viven en nuestra urbanización, que son muy felices teniendo la creencia “se puede ser desordenado”, opuesta a la nuestra “hay que ser ordenado”.
Las creencias se suelen identificar porque comienzan con “creo que…”, “yo pienso…”, y se pueden sustituir con bastante facilidad por otra que sea más nutritiva para la relación como, por ejemplo, sustituir “hay que ser ordenado” por “Hay que ser tolerante”, “Se puede disfrutar con la diversidad”, “En el desorden también puede haber un orden”, etc…
Tipos de creencias
Existen diferentes clasificaciones de creencias. En el contexto de la PNL las creencias se pueden clasificar en tres categorías:
- Normas de comprensión: Se trata de ideas que hemos ido incorporando a través de las experiencias de nuestra vida. Un ejemplo es: “Las rosas son más bonitas que los claveles”. Este tipo de creencias están condicionadas por el mapa interno de la persona.
- Creencias nucleares globales: Grandes generalizaciones acerca de las personas, la vida, el trabajo, el sexo opuesto, etc. Por ejemplo: “Todos los hombres son iguales” o “La vida es injusta”.
- Las creencias de Umbral: Son el rasero con el que medimos el éxito que hemos tenido en lograr los objetivos que nos proponemos en la vida.
Para conseguir modelar comportamientos exitosos, la vía sugerida es adoptar una creencia y actuar de acuerdo con ella para luego comparar los resultados obtenidos.

Esta vía nos permite salvar la diferencia de percepción que hay entre lo que creemos que somos y lo que queremos ser. Se trata de cambiar de creencia dirigiéndonos hacia una más adecuada y adoptarla como verdadera, esto es, actuar “como si”.
Los Valores
Los valores, en cambio, son conceptos que “valoramos” y que, por lo tanto, gobiernan nuestro comportamiento. Son aquellas cualidades o virtudes que fundamentan nuestra manera de ser como personas y nuestro comportamiento.
La palabra “Valor”, proviene del latín “valere”, que significa “ser fuerte”.
En términos generales, podemos afirmar que las creencias derivan de los valores. Para entender esto veamos un ejemplo: Si creemos que “todas las personas son creadas iguales” es porque tenemos el valor de la “igualdad”, que comporta que debemos tratar a todos con el mismo respeto sin importar el sexo, la raza, la religión, la edad, la educación, etc.
La personalidad esta cimentada por nuestros valores y creencias. Conocer cuáles son y saber cómo contribuyen a la percepción que tenemos de nosotros mismos y de nuestro entorno, es la clave para poder cambiar.
Como sabemos, lo que vemos no es la realidad sino la interpretación que nosotros hacemos de ella, por lo tanto, si queremos que la realidad cambie únicamente hemos de mirarla con otros ojos.
Los valores son las cualidades que utilizamos para percibir e interpretar la realidad. Conforman gran parte de la personalidad y son muy importantes para el individuo porque le hacen ver las cosas de una determinada manera.
A través de ellos las personas decidimos si algo está bien o mal. Ejemplos de valores son el Amor, el Altruismo, La Seguridad, La Valentía, La Verdad, La libertad, La Tolerancia, El Orden, etc.
Los valores están ordenados jerárquicamente en una escala personal y generalmente se expresan con una palabra.
Tipos de Valores
En PNL se establecen cuatro categorías de valores:
- Valores como medio: Son aquellos que nos permiten conseguir los objetivos que deseamos.
- Valores como fin o finales: Son los que generan la motivación y los que hacen que nos sintamos realizados.
- Valores como acercamiento: Son valores que afirman lo positivo, que generan estados o experiencias que esperamos y que nos brindarán placer.
- Contravalores: Son los valores que no deseamos y representan estados y situaciones que deseamos evitar.
Jerarquía de valores
Conocer cuáles son nuestros valores y el orden de prioridad en el que los situamos afecta directamente a la dirección que uno tome en su vida. La toma de decisiones que nos permite avanzar, la realizaremos en un sentido u otro en función de la jerarquía de valores que tengamos.
La jerarquía de valores determina el grado de importancia o sentido que cada cual atribuye a determinadas experiencias y acciones.
Así, por ejemplo, si para alguien el valor “salud” está por encima del valor “éxito”, lo más probable es que estructure su vida más sobre actividades físicas que sobre oportunidades profesionales.
Esta jerarquía la establecemos consciente e inconscientemente y tanto para los valores a los que deseamos acercarnos como de los que queremos alejarnos (contravalores).
Se puede cambiar el orden jerárquico de los Valores a lo largo de nuestra vida según el punto de interés en el que fijamos nuestra atención en cada momento. Por eso es tan importante identificar los valores que son congruentes con nuestra identidad y conformar entonces, las creencias que potencian esos valores para conseguir los objetivos deseados.
Tu jerarquía de valores define lo que haces y cómo vives tu vida.
Siguiendo con los ejemplos, si para alguien, el orden es un valor que está situado en las posiciones más altas de su ranking y para otra persona ocupa uno de los últimos puestos, la percepción del primero será que la otra persona es desordenada (contravalor) y ya tenemos la clave del conflicto.
En este punto, si esa persona es de los que se instala con comodidad en la queja, achacará al otro la culpa de que se sienta mal, cuando en realidad es simplemente una cuestión de prioridad de valores.

Cómo solucionar el conflicto:
- Adoptar el rol de víctima (parálisis).
- Intentar cambiar el orden de valores de la otra persona (lucha).
- Cambiar de amistades (huida).
Ninguna de estas opciones resuelve bien el conflicto.
Otras posibilidades para acercar posiciones son:
- Restar importancia al valor Orden, priorizando el contravalor Desorden.
- Utilizar una palanca y un punto de apoyo distinto. Esto es, restar importancia al valor Orden, priorizando otro valor Tolerancia.
La identidad es como nuestra casa, la construimos con unos ladrillos denominados valores y éstos, a su vez, se sujetan con un cemento muy especial, nuestras creencias.
En este sentido, mientras las creencias son generalizaciones que vamos haciendo nuestras a través de la repetición y de la experiencia, los valores son cualidades muy importantes para nosotros y son específicos.
Los valores están asociados a la motivación, representan el motor que nos hace movernos. Forman nuestra representación interna del mundo. Aquello que es importante para cada uno de nosotros.
En función de ellos determinamos si las cosas son “buenas” o “malas” para nosotros. Parten de sistemas de creencias profundas, conscientes e inconscientes. Son generados desde nuestro entorno más cercano.
Al revisar la situación de una persona es muy importante confirmar si está actuando alineada con sus valores, pues de lo contrario la situación le llevará a sentir malestar y desmotivación.
Los Contravalores
Los contravalores o antivalores, básicamente, son los opuestos a los valores. Si un valor es una cualidad positiva, deseable y necesaria atribuida a un objeto o persona, un antivalor se define como una cualidad negativa, indeseable y e innecesaria que se atribuye a un objeto o persona.
Un contravalor se entiende como algo que no es deseable, porque su presencia conlleva resultados negativos. Por ejemplo, la ineficacia puede ser vista como un contravalor porque implica la no realización de un resultado esperado.
Representan la antítesis (oposición) de lo que socialmente logran los valores. Afectan a la armonía de la vida personal y social.
Como son aquellos estados o situaciones que queremos evitar, es fundamental tenerlos presentes, en algunos momentos, pueden tener más peso que los valores, siendo aquellos los que guíen nuestras decisiones y comportamientos.
Características de los Contravalores
- Son atributos que se asignan a los objetos y sujetos.
- Sus cualidades son negativas, indeseables que deseamos evitar.
- Cuando se manifiestan en comportamientos, estos minan la vida personal y social.
- Por cada contravalor hay un valor opuesto.
En resumen:
- Las creencias son ideas o conceptos que consideramos verdaderos.
- Las creencias se pueden cambiar.
- Los valores están por encima y surgen a partir de las creencias.
- Los valores son cualidades que consideramos importantes o valiosas.
- Los valores rigen la forma en que nos comportamos, nos comunicamos e interactuamos con los demás.
- Los valores están jerarquizados.
- El orden de los valores puede cambiar a lo largo de la vida.
- Las creencias y los valores determinan nuestras actitudes y opiniones.
- Los contravalores representan aquello que no deseamos y, como los valores, también están ordenados jerárquicamente.
La Toma de decisiones
La toma de decisiones es un proceso que atraviesan las personas cuando deben elegir entre distintas opciones. Continuamente nos encontramos con situaciones donde debemos optar por algo, pero no siempre resulta fácil porque, en algunos casos este proceso, va asociado a la presencia de conflictos a los cuales hay que encontrarles solución.
En el ámbito de la investigación de la conducta y de la psique humana, éste ha sido un tema fundamental. Siendo el principal objeto de estudio qué factores (como la estructura de personalidad, el desarrollo, madurez, etapa de vida, entre otros) son los que influyen en que las personas respondan de distinta forma ante una misma situación problemática.

Modelos explicativos del proceso de toma de decisiones
Dentro de la Psicología, hay muchos modelos creados a partir de distintos enfoques teóricos para encontrar la explicación de cómo es el proceso de toma de decisiones, tanto para tener las bases en la elaboración de técnicas terapéuticas en el ámbito de la clínica, como para desarrollar y potenciar la capacidad de la toma de decisiones en el ámbito profesional como puede ser en el caso de las empresas o en el deporte de competición.
Nosotros aquí destacaremos dos: El modelo racional y el modelo de Stephen J.Genco.
El primero entiende la toma de decisiones como un proceso lógico, analítico y racional, mientras que el segundo defiende que este proceso, en realidad, es más intuitivo e inconsciente que racional.
Modelo racional para la toma de decisiones
El modelo racional de toma de decisiones se basa en el establecimiento de una serie de pasos (proceso) que deben seguir los individuos o equipos para incrementar la probabilidad de que sus decisiones sean lógicas y estén bien fundamentadas.
Una decisión racional ayuda a que la probabilidad de que se logren los objetivos
establecidos, dentro de las limitaciones de la situación, aumente.
Los modelos racionales para tomar decisiones requieren un proceso cognitivo donde cada paso sigue al siguiente en un orden lógico. Por cognitivo, nos referimos a que está basado en el pensamiento y valora las alternativas para alcanzar el mejor resultado posible.
Como hemos determinado que este modelo es un proceso, se hace evidente que debe poseer unos pasos a seguir; entre los que encontramos siete pasos a saber:
- Definir el problema: Requiere del análisis de la situación que se enfrenta.
- Alternativas posibles: Son todas las combinaciones de acciones que se pueden tomar.
- Prever resultados: Como hasta ahora son sólo hipótesis, se requiere asociar las posibles consecuencias de cada una de las alternativas.
- Elegir: Optar por alguna de ellas.
- Control: Es necesario siempre tener todo bajo control sin dejar nada al azar, siendo monitores, responsables y con actitud participativa en el proceso.
- Evaluación: Ver los “pro” y los “contra” de lo que se ha decidido, algo primordial para el aprendizaje.
¿Qué dificulta el proceso para tomar una decisión racional?
¿Hasta qué punto somos plenamente libres, imparciales a la hora de tomar una decisión? Aunque no seamos conscientes, existen infinidad de factores que ejercen una gran influencia sobre nosotros en el proceso de toma de decisiones.
Los sesgos cognitivos son los responsables y los que nos llevan a ver las decisiones que tomamos como las más acertadas. Son aquellos que nos hacen interpretar la realidad de manera errónea, pero que, al mismo tiempo, favorecen la toma de una decisión de manera rápida.
Sesgos cognitivos que influyen en nuestras decisiones:
- Anclaje
Este es un sesgo que consiste en tomar en cuenta una parte de la información disponible en lugar de toda la información. Normalmente, el primer dato del que disponemos es el que nos va a empujar a tomar la decisión.
Un ejemplo podría ser cuando nos muestran el precio que tenía un producto antes de aplicarle la rebaja. Nos centramos en el ahorro, más que en la necesidad que tenemos de comprar ese producto en concreto y su utilidad.
2. Ilusión de control
Es la tendencia pensar que podemos controlar factores externos sobre los que no tenemos ninguna influencia.
Un ejemplo es el de las máquinas «tragaperras», la creencia de que podemos controlar cuándo va a salir el premio o la percepción de que «la máquina está caliente» no es más que una falsa percepción de control.
En el caso de los jugadores patológicos, la ilusión de control es uno de los sesgos que les empuja a perpetuar su conducta.
3. Sesgo de responsabilidad externa
Este sesgo se produce cuando depositamos el peso de las decisiones que tomamos en agentes externos, sin responsabilizarnos de nuestra propia decisión.
Podemos observar este sesgo, cuando asumimos que nuestro destino está en manos de un ser superior o de la suerte. Un ejemplo puede ser el Tarot, en el que atribuimos nuestra suerte y destino a unas cartas.
4. Obediencia a la autoridad
Se refleja cuando seguimos a una figura de liderazgo, a pesar de las evidencias que podemos encontrar y que cuestionan su forma de actuar o sus decisiones. La figura del líder nos infunde un respeto tal que acatamos sus órdenes sin valorar si es un acto inmoral o si contradice nuestro código ético.
El “experimento de Milgran” explica este sesgo perfectamente. En este experimento se les pedía a los participantes, de forma individual, que cuando otra persona se confundiera en una tarea le proporcionara una descarga.
El 65% de los participantes siguió hasta el final sin tener en cuenta el sufrimiento de la otra persona. Así, si las descargas hubieran sido reales, estos sujetos, hubieran matado a la persona que respondía a las preguntas. Los participantes decidieron infligir sufrimiento a otros solo porque el experimentador se lo pedía, sin cuestionarlo.
Este experimento hizo reflexionar sobre la responsabilidad de miles de nazis durante la II Guerra Mundial, que justificaban sus comportamientos apelando a que en ningún momento se habían cuestionado lo que hacían, que solamente se limitaban a seguir órdenes.
5. Poder corrupto
Se refiere a que las figuras de poder son muy fácilmente corrompibles. En el panorama político actual podemos comprobar la veracidad de este sesgo. Sobre todo, son fácilmente corrompibles cuando creen que no tienen límites y plena libertad.
Un experimento llevado a cabo por el profesor Zimbardo confirmó su existencia. El experimento de la cárcel de Stanford incluyó a 24 estudiantes que fueron aleatoriamente separados en dos grupos: prisioneros y guardias.
El experimento tuvo que suspenderse a los 6 días por la peligrosidad de las conductas que estaban empezando a aparecer.
Este experimento puso en tela de juicio el sistema carcelario actual cuestionando si la asunción de los roles, cronifica el problema de la violencia entre los sujetos que son introducidos en las instituciones penitenciarias.
6. Efecto de sobre justificación
Cuando disfrutamos de una actividad, y nos ofrecen algún tipo de recompensa externa por seguir con ella pasamos a disfrutar menos. De alguna manera su valor intrínseco se pierde. Es lo que señalan los estudios.
Así, proporcionar recompensas extrínsecas como el dinero, hace que la motivación interna disminuya o incluso desaparezca. Los motivos pueden ser que esa actividad ya
no sea percibida como algo placentero sino como una obligación o que solo nos centremos en recibir la recompensa.
7. Efecto de Bandwagon
Este sesgo también es denominado sesgo de arrastre. Se trata de hacer algo fundamentándolo en el hecho de que otros también lo hacen.
Este sesgo es muy común sobre todo en la adolescencia, en el que la necesidad de inclusión y aceptación en el grupo conduce a imitar las actitudes y conductas de los demás. Por ejemplo, seguir una moda que siguen el resto de los compañeros.
8. Efecto de espectador
Habla sobre la posibilidad de ayudar en una situación de emergencia cuando hay más personas mirando. La probabilidad de actuar disminuye cuántos más espectadores haya. Las hipótesis sobre la ocurrencia de este efecto es asumir que ya ayudará otro, la responsabilidad se difumina entre los espectadores.
9. Sesgo de confirmación
Es la tendencia a buscar o tener sólo en cuenta la información que confirma nuestras decisiones y creencias y obviar la que las contradicen. Es un error sistemático de razonamiento inductivo.
Se interpreta la información disponible de una manera sesgada, para que se confirmen nuestras hipótesis. Trasladado a la ciencia, se trataría de prestar solo atención a aquellos estudios que confirman nuestra hipótesis de trabajo.
10. Sesgo de disponibilidad
Llegar a conclusiones o tomar nuestras decisiones basándonos en las experiencias que hemos tenido o que alguien cercano nos ha contado. Si recientemente un amigo ha sido atracado en un barrio, cuando paseamos por él, lo percibimos como un lugar peligroso.
11. Efecto halo
La percepción de un rasgo particular hará que se extienda al resto de rasgos. Cuando alguien es atractivo, nos sentimos más inclinados a pensar que también es una persona amable, inteligente…
El caso de los famosos de Hollywood es un ejemplo claro de este sesgo. Creemos conocer sus atributos cuando, en realidad, nos estamos dejando llevar por su imagen atractiva.
12. Error fundamental de atribución
Se trata de atribuir nuestros logros a nuestro esfuerzo, mientras que achacamos nuestros fallos a factores externos.
Por el contrario, cuando alguien consigue algo lo atribuimos a la suerte y en cambio lo responsabilizamos de sus errores. En resumen, utilizamos una vara de medir distinta con nosotros y con los demás.
Además de estos sesgos hay muchos más que nos «ayudan» a inclinarnos por una de las opciones de una manera rápida y a rebajar el estrés que conlleva tener que estar de forma constante tomando decisiones. La única manera de controlarlos pasa por detectar cómo se esconden en nuestra manera de procesar la información y ser conscientes de que influyen en nuestras decisiones.
Modelo Genco del proceso de toma de decisiones
En los últimos años, la neurociencia, junto con otras disciplinas como la psicología o la economía conductual, está abriendo una nueva forma de entender el modo que tenemos de actuar y de tomar decisiones. Un modelo muy simplificado es el que propone Stephen J. Genco en 2013. uno de los fundadores de la revolución moderna del neuromarketing.
Pese a sus limitaciones, este modelo propone, de una forma más intuitiva que otros modelos, cómo la gente piensa, decide y actúa en el mundo real.
En este modelo, el proceso de toma de decisiones se puede explicar en cuatro fases:
1. Etapa 1: Procesar la información
Se calcula que a través de nuestros sentidos llegan al cerebro más de 11 millones de bits de información por segundo. Sin embargo, nuestro cerebro consciente (Neocórtex) sólo tiene capacidad de asimilar 50 bits/segundo (Zimmerman, M. (1989))
Un ejemplo muy conocido de esta capacidad limitada de percibir conscientemente todo lo que nos rodea, es el experimento creado en 1999 por los psicólogos Christopher Chabris y Daniel Simons y que demostró cómo un grupo de sujetos centrados en contar los pases de pelota que daba un equipo de jugadores de básquet vestidos de blanco, bloqueaban la información que llegaba del equipo contrario vestido de negro y que más del 60% de ellos no fue capaz de ver al gorila que se paseaba tranquilamente entre los jugadores.
Este experimento es una demostración de cómo nuestro cerebro no consciente decide qué información vamos a procesar conscientemente o no.
Así, podemos afirmar que son los procesos atencionales los que toman esa decisión y, dentro de estos procesos cabe distinguir entre dos: los procesamientos de la información bottom-up y top-down.
El procesamiento de la información bottom-up es un proceso específico atencional exógeno, es decir, dirigido por factores externos que son salientes debido a sus propiedades inherentes que le hacen distinguirse excepcionalmente del resto de elementos del contexto. Es decir, son cambios atencionales ejecutados automáticamente, dirigidos por propiedades y rasgos físicos del estímulo. Por ejemplo, en la imagen, la manzana roja activa nuestra atención bottom-up simplemente porque es claramente distinta.
El procesamiento de la información top-down por el contrario, es un proceso atencional endógeno, es decir, está dirigido por las expectativas y/o intenciones de los sujetos, por lo que el proceso selectivo se basa en el conocimiento previo que se tiene acerca de la tarea. Son cambios atencionales que están bajo el control del sujeto, de forma voluntaria en función de expectativas cognitivas, requisitos de la tarea y/o metas planteadas. Por ejemplo, al ver una imagen de la popular colección “¿Dónde está Wally?” nuestra atención se dirigirá probablemente a las rayas rojas y blancas. Estas rayas no son estímulos salientes precisamente, simplemente tenemos un aprendizaje previo sobre el jersey que suele llevar Wally: uno de rayas rojas y blancas. Así, nuestro cerebro no consciente considera que esas rayas contienen información de valor y dirige su atención consciente a las mismas.
2. Etapa 2: Dotar de significado y valor
Lo que ha demostrado la ciencia es que nuestros sentidos procesan la información (unas formas, unos colores, unas sombras, etc.) y luego nuestro cerebro, de forma no consciente, le dota de significado y valor. Para ello hace uso de pistas o elementos en la información procesada que se asocian con otros conceptos e ideas. Así, si nos llega a través de nuestros sentidos, algo con forma de perro, que hace ruido como un perro y que se comporta como un perro, lo que nos dice nuestro cerebro es “esa cosa que están percibiendo nuestros sentidos es un perro”. Esta forma de procesamiento de la información no consciente tiene lugar en el sistema límbico.
Gracias a esta capacidad de dar significado a los objetos, un niño que sólo haya visto un cerdito en un cuento es capaz de reconocer al animal verdadero en una visita a una granja. Pero, es por este mismo fenómeno también, que las personas pueden dotar de significado muy distinto al mismo objeto.
Un ejemplo lo tenemos en el famoso vestido viral de 2005, que algunas personas veían azul y negro y otras dorado y blanco. No era más que las diferentes formas que tenemos las personas de procesar la información y de dotarle de significado. Aquellas personas que pensaron (probablemente de forma no consciente) que la foto había sido tomada en sombra, veían la prenda de color dorado y blanco. Aquellos que creían que la foto había sido tomada con luz artificial amarillenta, veían el vestido negro y azul.
Pero como hemos apuntado, en esta segunda etapa, además de dotar de significado a lo que percibimos con nuestros sentidos, nuestro cerebro también le dota de valor. Y así, por ejemplo, cuando vemos el logotipo de Coca-Cola, nuestro cerebro además de reconocerlo visualmente, también le dota de un valor: No es un simple refresco de cola, además es felicidad. Esto es resultado de nuestra experiencia y la asociación entre el objeto y nuestra experiencia con dicho objeto.
3. Etapa 3: Deliberar y analizar
Una vez que nuestro cerebro no consciente decide qué información es relevante, apoyándose en el significado y al valor que le ha otorgado, la remite al siguiente
estadio, concretamente al Neocórtex, donde empieza el proceso de toma de decisión racional.
Aquí se llevan a cabo todas las tareas cognitivas: recuperar recuerdos, interpretar el pasado, anticipar el futuro, planificar, valorar y evaluar alternativas, generar intenciones, crear decisiones, evaluar puntos de vista y posibles soluciones a los problemas, emitir juicios y simular decisiones, resolver problemas, calcular y razonar.
Esta etapa y el proceso consciente de toma de decisiones, durante muchos años, ha sido el centro de los estudios e investigaciones dentro de las ciencias del comportamiento humano, creando el modelo racional para la toma de decisiones, antes explicado, (homus economicus).
Este es el modelo que generalmente se ha usado para indicar el camino a seguir a la hora de tomar una buena decisión.
A partir de la definición del problema, para tomar las mejores decisiones, el modelo propone plantear las distintas alternativas de solución, definir un curso de acción y tratar de predecir racionalmente el éxito o fracaso tanto a corto como a largo plazo.
Este modelo es extremadamente popular para resolver problemas en el ámbito profesional y muchos cursos para directivos lo muestran como la manera idónea en la que el gerente toma decisiones. El objetivo es que los profesionales tomen decisiones 100% objetivas. Sin embargo, tal como hemos visto, parece que la realidad es que cuando llegamos al punto de tomar decisiones de forma consciente, nuestro cerebro no consciente ya ha decidido por nosotros qué información vamos a procesar, cómo la vamos a interpretar y qué valor le vamos a dar. Es decir, entramos en esta fase de toma de decisión ya sesgados y difícilmente seremos 100% objetivos.
4. Etapa 4: Actuamos y aprendemos
Tras el proceso de tomar una decisión, nuestro cerebro da las órdenes oportunas para actuar y luego compara los resultados obtenidos con los resultados esperados. A este valor obtenido se le llama valor experimentado. Pero ese valor no se recordará al 100%, sino que nos quedaremos sólo con una parte, denominada valor recordado.
Gracias a ese valor recordado se producirá un aprendizaje que influirá en nuestra toma de decisiones y nuestro comportamiento cuando se vuelva a producir una situación similar.
En definitiva, el cerebro humano es un órgano de aprendizaje. Contiene información que se usa para guiar el comportamiento y así poder adaptarse al medio cada vez de forma más eficiente y rápida.
De este modo el aprendizaje condiciona también nuestras emociones y sentimientos, e incluso los sesgos cognitivos que influyen en nuestra conducta.
Como resumen podemos concluir que:
- Uno de los descubrimientos más interesantes sobre las causas de nuestra conducta es la profunda influencia de las emociones y de nuestra mente inconsciente sobre las decisiones que tomamos todos los días.
- Los neurocientíficos afirman que sentimos más de lo que pensamos. Tomamos decisiones sin pensárnoslas mucho o, mejor dicho, antes de que lleguen a nuestra conciencia. El 85 % de nuestros pensamientos tiene origen en nuestra mente inconsciente.
- ¡7 segundos antes que decidamos el cerebro ya lo ha hecho por su cuenta sin que nos enteremos! (Haynes et al., 2008).
Motivación
Es muy complejo conocer los motivos que mueven a las personas a hacer las cosas. Es posible que, a pesar de todos los estudios e investigaciones que se llevan a cabo para poder determinarlos, al final siempre queden razones inconscientes y, por tanto, muy difíciles de observar y de valorar, que impidan conocer con exactitud qué es lo que nos motiva a las persones a actuar de una manera u otra.
La motivación se puede definir como “un conjunto de factores internos y externos que nos incitan a realizar una acción”.
Algunos estudios señalan que hay, como mínimo, dos estilos de motivación: por un lado, están aquellas personas que se sienten motivadas por la tarea y por el otro, aquellas que les motiva más el prestigio social.
Algunos autores, aunque no se refieren exactamente a lo mismo, las diferencian como motivación interna o intrínseca y motivación externa o extrínseca.
Todas las personas tenemos un tipo de motivación que predomina sobre la otra, pero también es cierto que, podemos utilizar cualquiera de los dos estilos según la situación o en momentos diferentes.
Motivación por la tarea (intrínseca)
Las personas motivadas por la tarea son aquellas se interesan por lo que hacen y su satisfacción personal se basa en el trabajo bien hecho. Este tipo de personas difícilmente abandonan las actividades o trabajos que realizan.
El ejemplo más claro lo podemos encontrar en el caso de los hobbies. Las personas que tienen un hobbie disfrutan durante años de él sin necesidad de ningún tipo de compensación y, en muchos casos, además, sin que nadie más lo sepa.
Motivación por el prestigio social (extrínseca)
En el caso de las personas que se mueven por prestigio social, la importancia que los demás dan a lo que hacen es lo que les impulsa. Su satisfacción personal depende de la respuesta positiva de su entorno social. La persona con esta motivación concentra todas las energías en conseguir los objetivos sólo si cree que lo que hace mejora su prestigio.
Al realizar una tarea, normalmente, intervienen diferentes motivaciones a la vez. En algunos casos, estas motivaciones son inconscientes y del interés propio de cada individuo.
Como sabemos, Maslow (1954) planteó un modelo piramidal de las Necesidades básicas humanas. Viadé adaptó este modelo a las motivaciones que influyen en el ámbito del rendimiento deportivo y que se puede ampliar a otros ámbitos, como el organizacional o el personal, de igual forma, y así, destaca:
Autorrealización
Sólo se consigue una vez cubiertas todas las demás y está íntimamente ligada a la vocación de las personas por lo que realizan.
Un ejemplo, es el caso de los deportistas amateurs, que dedican mucho tiempo y energía al deporte que les apasiona por vocación, sin esperar ningún tipo de retribución por lo que hacen. Maslow destacaba las siguientes características en aquellas personas que se sienten autorrealizadas:
- Satisfacción personal.
- Aceptación.
- Percepción clara y eficiente de la realidad.
- Apertura a las experiencias.
- Capacidad de comunicación.
Motivación del Yo
Es la que está directamente relacionada con la motivación intrínseca. Es la que se necesita para mejorar el rendimiento, ya que el mejorar, no importa en qué ámbito, requiere mucho esfuerzo y trabajo por parte de la persona y si ésta no lo hace por sí misma, difícilmente lo hará por los demás. Esta motivación aumenta las probabilidades de constancia, dedicación y también de éxito.
Motivaciones sociales o de afiliación
Son las que se desarrollan para obtener la aceptación social o integración en un grupo social. Por tanto, son las que antes hemos denominado motivaciones por prestigio social. Esta motivación es buena como refuerzo, e incluso necesaria en algunos momentos y situaciones determinadas, pero para aumentar el rendimiento y mantenerlo estable en el tiempo es recomendable fortalecer la motivación del Yo.
Protección o seguridad
Son las que nos impulsan a conseguir cierta estabilidad en y con lo que realizamos. En el ámbito laboral podemos verlo a diario, por ejemplo, trabajadores que se mantienen en un puesto determinado por el sueldo.
Sólo se renuncia a ellas en el caso de que haya la perspectiva o expectativa de que podemos cubrir una motivación superior. Su renuncia, también está fuertemente condicionada por forma de ser de cada persona, las situaciones personales y el entorno.
Fisiológicas
Son las relacionadas con las necesidades básicas como comer, beber, ropa, medicinas, etc. Dentro del mundo del deporte podemos ver como muchos deportistas, actualmente muy reconocidos, entraron en este mundo con la motivación de salir, tanto ellos como sus familias, de las situaciones tan precarias de sus países de origen, dedicándose en cuerpo y alma al deporte. Hoy día, la mayoría de estos deportistas ya no se mueven por esta necesidad, pero se iniciaron y perseveraron en el deporte motivados por cubrir estas necesidades fisiológicas.
Motivación, rendimiento y autoconfianza
La motivación, si bien no afecta directamente en el resultado, sí que lo hace sobre el rendimiento. Las personas motivadas dedican mucho tiempo y esfuerzo en aquello que les motiva, poniendo todo el foco de atención en la tarea que estén realizando y evitando o disminuyendo así, las distracciones. Todo ello tiene un efecto directo positivo sobre el rendimiento.
Además, el rendimiento aumenta cuando la percepción sobre la propia habilidad también aumenta. Esta percepción sobre las propias competencias o capacidades es lo que conocemos como autoconfianza.
Esto se debe a que, si una persona es consciente de que puede desempeñar una tarea con éxito, tiene muchas posibilidades de que le salga bien.